Zacatecoluca es un municipio y ciudad del departamento de La Paz, El Salvador, C.A., es la cabecera departamental y pertenece al distrito homónimo; se encuentra ubicado en el noreste del departamento. Sus puntos límites son: al norte por el municipio de Tepetitán, Guadalupe y Tecoluca (departamento de San Vicente), al sur por los municipios de Tecoluca y San Luis La Herradura, al este por el municipio de Tecoluca y al oeste por los municipios de San Luis La Herradura y San Juan Nonualco.
Gentilicio: zacatecoluquense; viroleño, ña
Código postal: 01601
Área: 283.71 km²
Superficie: 109.54 km²
Patronas: Santa Lucía y Nuestra Señora de los Pobres
Fiestas mayores: fiestas patronales, mes de diciembre en honor a Santa Lucía y Nuestra Señora de los Pobres
Topónimo: Significa «la ciudad de los zacatecolutes», pues proviene de zacatecolut, nombre de una especie de buho (de zacat, zacate, y tecolut, buho, tecolote), y ea, sufijo de lugar.
Orígenes y etimología
Los hallazgos arqueológicos en la región de los nonualcos -área geográfica que se extiende entre las corrientes paralelas de los ríos Jiboa y Lempa y entre el macizo volcánico del Chichontepec y la llanura ondulante del Mar del Sur-, prueban hasta la saciedad que dicha comarca fue ocupada, en tiempos muy remotos, por una fuerte población de origen mayance o mayaquiché.
A fines del siglo XI o principios del siglo XII, sin embargo, emigrantes tultecas del Anáhuac, de la tribu yaqui o pipil de los nonualcos, se posesionó en esa área geográfica, desplazando o mezclándose con los nativos del lugar, y fundando o repoblando las poblaciones de Zacatecoluca, Analco, Tecoluca, Santiago, San Pedro y San Juan Nonualco, y Santa María Ostuma.
De todas esas poblaciones, Zacatecoluca era indudablemente la más importante y la capital de la poderosa confederación nonualca, que a fines del siglo XV propasó el ímpetu del río Lempa y colonizó a los pueblos lencas ultralempinos del actual departamento de Usulután. En idioma náhuat, Zacatecoluca significa «la ciudad de los zacatecolutes», pues proviene de zacatecolut, nombre de una especie de buho (de zacat, zacate, y tecolut, buho, tecolote), y ea, sufijo de lugar.
Época colonial
El 28 de noviembre de 1548, en la ciudad de San Salvador, el Presidente de la Real Audiencia de los Confines licenciado Alonso López de Cerrato y los oidores licenciados Pedro Ramírez de Quiñónez y Juan Roxel llevaron a cabo, en favor del encomendero don Juan de Medina, la tasación del pueblo de Zacatecoluca, que en el documento respectivo figura con 400 indios tributarios, o sea, alrededor de 2,000 personas.
La encomienda de Zacatecoluca, conforme a esa tasación, quedo obligada a hacer cada año en favor del encomendero señor Medina «dos sementeras de maíz, una de invierno y otra de verano, y en cada una de ellas le siembran diez fanegas de maíz y se lo beneficien, cojan y encierren en el dicho pueblo y si quisiese su encomendero que en esta ciudad (San Salvador) le siembren dos fanegas de maíz lo hagan con (tal) que se quite cuatro de lo que han de sembrar en el pueblo Ordena también la tasación que los naturales «le siembren cada año seis fanegas de frijoles y ocho fanegas de algodón y de lo que de ello cogiere y su encomendero les diere le dan cada dos meses cincuenta mantas y cien toldillos blancos del tamaño y según que lo acostumbran dar y le den cada año quince cargas de ají (chile) como la suelen dar y treinta arrobas de pescado, y veinte fanegas de sal, y ocho arrobas de cera limpia y doce cántaros de miel, y trescientas gallinas de castilla, y ciento cincuenta pares de alpargatas, y cuatro saleas sin cuero, y treinta cántaros de vinagre, y otros tanto de vino, y cada viernes le den cuatro libras de pescado fresco y cuarenta huevos, y una carga de fruta en el tiempo que la hubiere, y seis indios que le guarden los ganados que hubiere en el término de dicho pueblo, y otros seis indios que le sirvan ordinariamente en esta ciudad con que sea obligada a darles de comer el tiempo que les sirvieren y enseñarles la doctrina cristiana».
Finalmente, la tasación prevé al encomendero que los naturales «no han de dar otra cosa, ni se les ha de llevar a los dichos indios por ninguna vía que sea, ni conmute ningún tributo en otro, so pena contenida en las leyes y ordenanzas por su majestad hechas para la tributación del pueblo encomendado, Zacatecoluca, al encomendero, Juan de Medina, consistía, pues, en productos naturales y manufacturados, así como en servicios personales; y, según se desprende de la misma, recién iniciada la colonización, los naturales poseían ya, en gran cantidad, dos animales extraños a la fauna vemácula: las gallinas En 1576, según el oidor don Diego García de Palacio, en el área de los nonualcos «de poco tiempo a esta parte se beneficia y cría cacao abundantísimamente, y en tanta cantidad que tanto por tanto excede a la (producción de la) provincia de los Izalcos», lo que está indicando que, años después de 1548, año de la tasación, los españoles enseñaron a los nonualcos el cultivo y beneficio del cacao, subarbusto que en la época precolombina sólo cultivaban los izalqueños El martes 13 de mayo de 1586 pasó por Zacatecoluca fray Alonso Ponce, padre Comisario de la Orden de N.S.P. San Francisco, y la «Relación Breve y Verdadera» que relata ese viaje, dice que el ilustre religioso después de pasar por San Juan Nonualco, pasó por «otro arroyo y algunas barrancas, y andada media legua, llegó antes que amaneciese a otro pueblo grande de los mismos indios (yaquis o pipiles) Obispado (de Guatemala) y visita (de clérigos), llamado Zacatecoluca, en que residen algunos españoles, junto al cual a la banda del Norte está un volcán muy alto llamado de Zacatecoluca (Chichontepec o volcán de San Vicente)».
La expresion «otro pueblo grande» revela que Zacatecoluca era, en 1586, una de las poblaciones más importantes de cuantas visito fray Alonso Ponce, pues en la «Relación Breve y Verdadera«, se hace la siguiente clasificación según la importancia de las localidades visitadas: «poblezuelo», «poblecillo», «poblecito», «pequeño pueblo», «pueblo», «pueblo mediano», «bonito pueblo», «buen pueblo», «pueblo grande» o «gran pueblo», «villa» y «ciudad».
Por otra parte, la crónica seráficada un dato de alto valor etnográfico: el avecindamiento, en Zacatecoluca, de «algunos españoles», primeros elementos que debían de producir el fenómeno del mestizaje. En 1594, según don Juan de Pineda, Tecoluca era la sede de un Corregimiento, que comprendía a los pueblos nonualcos del actual departamento de La Paz, en cuya jurisdicción moraban de 15 a 20 españoles.
En 1740, según el alcalde mayor de San Salvador don Manuel de Gálvez Corral, «A distancia de diez y seis leguas de la capital (San Salvador), por el mismo rumbo del sudeste, se halla el pueblo de Santa Lucía Zacatecoluca, y un barrio de esta parcialidad que llaman de San Sebastián Analco; tiene doce vecinos españoles, y cuatrocientos diez indios, y cuatrocientos cincuenta mulatos y mestizos, que son soldados de dos compañías que sirven para la guarda y custodia de aquella (costa), y los pocos españoles ya dichos son los Oficiales Militares de las dos compañías, que son vecinos y moradores de este pueblo, y son dueños de las haciendas que se hallan inmediatas; tiene el referido pueblo por frutos ‘maíz, gallinas, ganado de cerda, algodon; es terreno de barro colorado, muy caliente y dañoso para gálicos, que hay muchos en él».
La población de Zacatecoluca, pues, estaba étnicamente representada así: 12 españoles, 410 indios tributarios (unos 2,050 individuos) y 450 ladinos y mulatos, lo que pone de manifiesto que ya había un fuerte cruzamiento racial. A mediados del siglo XVIII Zacatecoluca era una de las cuatro poblaciones precolombinas más importantes del país.
Don Francisco Quintanilla, alcalde mayor del Santo Tribunal de la Fe, alcalde provincial y regidor del Noble Ayuntamiento de la villa de San Vicente de Austria, con fecha 25 de agosto de 1756, escribe: «Que en toda la extensión de esta Alcaldía Mayor (de San Salvador) se numeran, según he oido decir, ciento y cuarenta y tantos pueblos de indios, los más pocos ladinos, entre los cuales, a excepción de la ciudad de San Miguel y esta villa de San Vicente, se hallan algunos singulares en su extensión y copia de vecinos de todas calidades y condiciones: estos son los pueblos de Santa Grande, el de Chalatenango, el de Cojutepeque y el de Zacatecoluca, los cuales maneja y gobierna el alcalde mayor de San Salvador, por sus tenientes que para dichos partidos nombra inescriptus, con aprobación de dichos nombramientos que obtiene del Supremo Tribunal de la Real Audiencia de este Reino, a la representación de la distancia en que están dichos partidos de la Capital (San Salvador) y necesidades que tienen de la personal residencia de su Juez».
Don Francisco Ignacio Chamorro Sotomayor y Villavicencio, informa lo siguiente en carta fechada en San Miguel a 24 de agosto de 1765: «Del dicho Lempa comienza, caminando al Poniente, la jurisdicción y provincia que tiene en su cabecera la citada villa nombrada de San Vicente de Austria, con su Ayuntamiento de gente noble y aunque esta provincia no es tan vasta, como la antecedente, con todo encierra en su jurisdicción nueve o diez pueblos de indios, los más cuantiosos y mucha gente ladina en los valles que le circulan y en uno de sus pueblos nombrado Zacatecoluca, reside un Teniente de Alcalde Mayor con aprobación y pase de la Real Audiencia de este Reyno».
Estos documentos ponen de manifiesto la importancia que tenía Zacatecoluca en los comedios del siglo XVIII, ya que después de la villa de San Vicente de Austria, cabecera de la provincia de San Vicente en la Alcaldía Mayor de San Salvador, era la población más importante de dicha provincia, a tal grado que, para administrar prontamente justicia, funcionaba en este pueblo un teniente de alcalde mayor.
En 1770, época de la visita canóniga de monseñor Pedro Cortés y Larraz, arzobispo de Guatemala, Zacatecoluca era cabecera de la parroquia de su mismo nombre, la que comprendía, como anejos, a los pueblos de San Sebastián Analco y Tecoluca. En el área parroquial, además, estaban incluidas 20 haciendas y varias salinas. El señor arzobispo apunta que el cura párroco de Zacatecoluca era don Antonio Macal, que lo había sido anteriormente de Suchitoto y quien no le pudo proporcionar los datos demográficos del curato; pero que a él le pareció que la población ladina superaba a la indígena y española.
El curato tenía, poco más o menos, 4,500 almas, pues su población era casi igual a la de las parroquias de «Texacuangos, Olocuilta y (Santiago) Nonualco». Después de describir la región, sumamente fértil y apta para grandes cosechas de añil y maíz y crianza de ganado, puntualiza que casi todas las haciendas «están en bellísimo terreno, llano, con los ríos que aparecen en el mapa y con varios arroyos; de suerte que nada falta para que produzcan cosechas abundantísimas, pero consistirá en la poca aplicación al trabajo el no sacarse (los) frutos correspondientes para que pudieran decirse haciendas famosas.
Lo digo así, porque habiendo hecho alto en una (de ellas), hallé que la casa está bastante maltratada; el oratorio que había, caído y sin uso; los obrajes en donde se trabaja la tinta, medio arruinados, y en suma todo de mala manera. Y aun se me dijo -agrega monseñor-: que su dueño, aun siendo de otras, estaba pobre, vivía alcanzado o empeñado, y que no tenía con qué componer la casa, levantar el oratorio y poner los obrajes en buen estado».
A raíz del gran diluvio del 15 de octubre de 1781 se destruyeron, en parte, la rica hacienda de Paredes y otros muchos sitios y hatos. Al crearse la Intendencia de San Salvador en 1786, Zacatecoluca fue designada cabecera del partido de su igual denominación, con jurisdicción en toda el área de los nonualcos: Zacatecoluca, San Juan, San Pedro y Santiago Nonualco, Santa María Ostuma, San Sebastián Analco y Tecoluca. A partir de entonces1 Zacatecoluca se gobernó localmente por medio de dos alcaldes ordinarios y, en cuanto a partido, por un subdelegado de la Real Hacienda. En 1800 una plaga de langostas acabó con las sementeras.
En 1807, según el intendente don Antonio Gutiérrez y Ulloa Zacatecoluca tenía 5,955 almas y todo el partido, que comprendía o pueblos, 25 haciendas, 2 sitios y 3 islas o esteros con ganado, era habitado por 107 españoles, 8,029 indios y 5,816 mulatos o ladinos. «Su temperamento (el del partido, dice el autor citado) en lo general es caliente y seco (y esto) unido a los excesos generales de los baños tiene extendidas las enfermedades cutáneas y calenturas intermitentes con demasiada generalidad».
«Sus habitantes no dejan de ser activos, dedicándose al cultivo del maíz, frijol, arroz, plátanos y raíces farináceas, con especialidad al de la caña, algodón y añiles que comercian, siendo este último ramo uno de los más pingües, aunque desde el año de 1800 ha padecido considerablemente con la plaga de la langosta, en cuyo terreno se ha fijado tenazmente. Sus artes y manufacturas, están reducidas a los tejidos de algodón y sombreros de palma, careciéndose de los oficios más precisos».
Anota el señor intendente que Zacatecoluca ha padecido mucho «con incendios y temblores» y que las últimas autoridades, con celo patriótico y costo privados, habían construido muy buenas calzadas sobre los ríos Ulupa, al Oeste, y Sapuyo, al Este, evitando con ellas también los pantanos, tan nocivos para la salud y solidez del terreno. El 20 de enero de 1808 el intendente Gutiérrez y Ulloa nombró subdelegado de la Real Hacienda, en el partido de Zacatecoluca, a don Esteban José Yúdice, quien se auxiliaba, en el ramo de correos, del administrador don Serapio Meléndez y otros encargados de Alcabalas, Tabacos y Consolidación.
En 1811, año de grandes sucesos históricos, eran alcalde primero don Bartolomé Cañas; cura párroco, el presbítero Francisco Salazar, y coadjutores, los presbíteros Domingo Cañas, Rafael Cornejo, Pedro Souza y Juan Antonio Hoyos. En materia educacional había en todo el partido cuatro escuelas de primeras letras servidas cada una por un preceptor, que devengaban seis pesos mensuales, con una asistencia total de 200 alumnos.
Primer Grito de Independencia
La noche del 4 de noviembre de 1811 comenzaron en San Salvador las primeras manifestaciones públicas contra la dominación española, y, en la madrugada del día siguiente, las campanas de La Merced -«en arranque de abnegación y de fe»-, anunciaron jubilosas el advenimiento de la Libertad.
Horas más tarde, a las diez de la mañana, la vieja campana del Cabildo dejó escuchar su voz metálica y anunció a los san salvadoreños que se había proclamado la independencia de la provincia, desconociéndose la autoridad del Rey, del capitán general y del depuesto corregidor intendente don Antonio Gutiérrez y Ulloa.
Consumada esa primera parte del movimiento emancipador y cantado por el padre José Matías Delgado un solemne Te Deum en acción de gracias, los patriotas se reunieron en casa del venerable don Bernardo de Arce y allí su hijo, el prócer Manuel José Arce, dictó a varios escribanos públicos el pliego o proclama, denominado «convocatoria», que el Cabildo Insurgente envió por intermedio de su Secretario don Juan Manuel Rodríguez a todos los ayuntamientos del interior del país y al de la ciudad de León, en Nicaragua, instándolos para que se unieran a la causa justa y santa de la independencia y enviaran representantes a un Congreso general.
El 7 de noviembre de 1811 los próceres hicieron circular profusamente la célebre convocatoria y ese mismo día, don Manuel José Arce, escribió una carta a su amigo don Serapio Meléndez, administrador de correos en el partido de Zacatecoluca, incluyéndole un ejemplar de dicho documento, en el que le decía textualmente lo siguiente: «Antiguo y muy señor mío: Por la adjunta copia se impondrá usted de lo operado en ésta, y en su consecuencia dispondrá con la influencia que en ese vecindario tiene, que se autorice un Diputado para que venga a representar (a ese Partido).
Yo suplico a usted que según lo que tenemos hablado venga usted a diputado y que haga todo lo posible para animar entusiasma(a) estos pueblos. quedo a la disposición de Ud. Afmo. Q.S.M. Manuel José Arce». Esta carta, en unión de la relación histórica del movimiento separatista y de la instancia para que Zacatecoluca se uniera a la embrionaria República, fue enviada por medio de «un mulato, alto y prieto», que llegó al referido pueblo a las 11 de la mañana del 10 de noviembre de 1811.
Desgraciadamente, el «mozo correo» no llegó directamente a casa del destinatario, sino a casa del españolista don Agustín de Yturburúa, quien logró obtener del indiscreto mulato el secreto de su misión. En vista de esto, Yturburúa envió al mozo correo, con un papelito, a casa de don Esteban Indice, subdelegado de la Real Hacienda, quien inmediatamente tomó el paquete e hizo comparecer en su casa a los Alcaldes Ordinarios.
Cuando éstos llegaron les hizo ver la necesidad de que, en presencia suya, debería abrirse el referido paquete, a fin de enterarse de su contenido. Para llevar a cabo esta última diligencia hizo que el alcalde segundo fuera a casa de don Serapio Meléndez, con el recado de que lo necesitaba el señor subdelegado para tratar inmediatamente de un negocio de su interés. Hecha esta citación personalmente, Meléndez compareció en la casa del señor Indice, quien extendió el brazo y asiendo en su mano derecha el paquete, le dijo: -«Desenvuelva usted este tamal».
Conociendo sin duda Meléndez de lo que se trataba y no queriendo comprometerse más de lo que estaba, contestó: -«Desenvuélvalo usted». En seguida se desenvolvió el paquete y se enteraron todos del contenido. y una vez fue leída la carta de Arce a Meléndez, éste indignado dijo: Ese caballero no tiene ningún motivo de amistad ni trato para escribirme en los términos que se expresa.
Luego, los allí reunidos, acordaron que antes de contestar el contenido de la proclama, lo más cuerdo y lógico era dirigirse en atentos oficios a las autoridades de la villa de San Vicente, a fin de actuar en todo unidos y conformes en un asunto tan grave y de tanta trascendencia. Don Juan Antonio Payés se comprometió a llevar a cabo tal misión ese mismo día y en efecto así lo hizo.
El día 12 de noviembre de 1811 el señor Payés había regresado con la respuesta del Ayuntamiento de la villa de San Vicente de Austria, núcleo de civilización hispánica que no secundó el movimiento emancipador de San Salvador; y un día más tarde partió, con despachos de las autoridades locales para el Capitán General, rumbo a la capital del Reino.
En uno de los oficios enviados al jefe de la Capitanía General por los alcaldes ordinarios señores Bartolomé Cañas y José Miguel Indice, y por el Subdelegado de la Real Hacienda don Esteban José Indice, signado en Zacatecoluca con fecha 11 de noviembre del año referido, manifiestan con «entereza y lealtad» lo que sigue:
«En medio del torrente de males que nos amenaza, nuestra firmeza en resistirlos y precaverlos será inalterable, y uniformes nuestros votos declamará constantemente contra toda sociedad intrusa, y seguiremos el camino de la virtud, y nuestros alientos sólo respirarán vivas repetidos por la Religión, Rey y Patria! Vuestra Excelencia, persuadido de esta verdad dará algún desahogo el grave cuidado que puede causarle la suerte de este Partido, y nosotros tendremos la particular satisfacción de acreditar a V. E., el cumplido desempeño de nuestros sagrados deberes».
Y en otro oficio dicen los mismos arriba citados: «Ex Señor. Los Alcaldes Ordinarios y Subdelegados de la Real Hacienda de este Partido, acompañamos a V. E. el Oficio y Relación Histórica que por mano de don Serapio Meléndez, administrador de la Real Renta de Correos, recibimos el día de ayer a las once de la mañana y hallándose por casualidad en este pueblo D. Juan Payés, pensamos desde luego comisionarle para que inmediatamente pasase a la Villa de San Vicente a conferenciar con aquellos Alcaldes y vecinos sobre tan grave asunto para caminar en todo de acuerdo, y no sólo se prestó gustoso a dar tan interesante paso, sino es a seguir a esa Capital a informar a V. E. verbalmente del estado en que quedan las cosas como lo verifica, siendo el portador, por lo que admitimos molestar la alta atención de V. E. con repeticiones.
Nuestra angustia no puede ser mayor viéndonos enteramente faltos de todo recurso de defensa y con seis pueblos de indios temibles por su carácter insolente e insubordinado, por 10 que hemos acordado suspender el cobro del Tributo, hasta ver el semblante que toman las cosas; y que V. E. se digne dictamos lo que debemos practicar en este particular con el influjo que tenemos en estos Pueblos auxiliados de los vecinos Españoles, cuyos sentimientos van uniformes con los nuestros, procuraremos por todos los medios mantener el buen orden, paz y tranquilidad de que hasta el día disfrutamos, y en todo evento cuente V. E. con nuestra ciega obediencia a sus superiores mandatos y que derramaremos hasta la última gota de sangre en defensa de la Religión, de nuestro amado soberano y de la Patria. Nuestro señor guarde la importante vida de V. Excelencia los muchos años que le deseamos.
Zacatecoluca, Nueve. Once de mil ochocientos once. Exmo. Sor. Bartolomé Cañas, José Miguel Indice. Esteban José Indice. Exmo. Sr. Presidente Gobernador y Capitán General don José Bustamante y Guerra».
Revolución de 1814
Con motivo del segundo movimiento independencista ocurrido en San Salvador el 24 de enero de 1814, Zacatecoluca fue sincrónicamente escenario de acontecimientos históricos de importancia. En aquel año memorable era cura párroco de Santiago Nonualco el presbítero don Mariano José de Lara, quien encendió la chispa de la rebeldía y del odio a los españoles europeos en el alma ingenua y belicosa de los bravos nonualcos del curato.
El referido 24 de enero los indios nonualcos, según nota el maestro don Francisco Gavidia, «tomaron la Ciudad de Zacatecoluca y se apoderaron del Cuartel: todas las autoridades coloniales huyeron y sólo quedó preso el alcalde a quien exigieron que proclamara la Independencia.
Era objeto de disgusto de los pueblos, lo que se llamaba tributos, los cuales fueron suprimidos hasta que se declaró desligada la provincia de San Salvador de las otras provincias, en tiempos de la guerra del Imperio. Los Nonualcos pidieron que se les entregara el producto de esos tributos, que ellos pagaban.
Amenazaron al Alcalde, y le hicieron hincarse en la calle, disponiéndose a lo que parece, a ultimarlo; pero, las gentes del mercado, principalmente algunas mujeres, cuyos nombres se han conservado -Josefina Varaona, La Dulcera, nombre con que se conocía a Micaela Jerez, y Feliciana Jerez-, armadas de cuchillos, piedras y palos libraron el combate, quedando algunas víctimas y haciendo retirarse a los Nonualcos que no tenían un Jefe que los dirigiese en el movimiento cuyos fines políticos no podían ser más elevados.
Posteriormente, el sacerdote don Mariano José de Lara que sublevó a los Nonualcos, acusado de promotor, fue llevado preso a Guatemala, donde permaneció hasta después de 1821″. (Historia Moderna de El Salvador, pág. 89-90).
Yen otra parte dice: «Zacatecoluca y sus pueblos vecinos se habían levantado, pero enseguida había estallado la guerra de razas: los nonualcos habían tomado aquella ciudad y pedían al Alcalde prisionero y arrodillado la abolición de los tributos, pero el mercado de la ciudad acaudillado por La Dulcera, la Josefa Varaona y otros, hombres y mujeres, armados de cuchillos, piedras y garrotes, derrotaron a los Nonualcos». Aunque el maestro Gavidia coloca estos sucesos en el 5 de noviembre de 1811, la realidad histórica los colocan en la fecha que dejamos apuntada.
Recibimiento del Acta de Independencia
Don Miguel José Castro, oriundo de San Salvador e hijo legítimo de don José María Castro y de doña Elena Lara de Mongrovejo, era en septiembre de 1821 el padre cura de la parroquia de Zacatecoluca.
Este ilustre sacerdote, emparentado con las principales familias de la capital de la Intendencia y calificado de independencista desde 1814 por el arzobispo de Guatemala fray Ramón Casaus y Torres, fue quien recibió, a las once de la noche del 23 de septiembre de 1821, los documentos por los que se ponía en conocimiento de las autoridades y pueblos del partido de Zacatecoluca, el feliz suceso de la emancipación política. El referido religioso púsose inmediatamente en comunicación con las autoridades edilicias, para que hubiera sesión a las 8 de la mañana del siguiente día, como en efecto se hizo.
Reunidos en el Cabildo el alcalde 2° don Santiago Ramos, los regidores señores Tomás Villacorta, José Angel Valle, Sebastián Sánchez, Inocente Basurto, Carlos Sacuco, Esteban Noche y Carlos Ramos, y el Síndico don Manuel Arévalo, el propio cura don Miguel José de Castro condujo al Ayuntamiento una carta, cerrada con la estampilla de Guatemala, la que en presencia de todos abrió y contenía tres pliegos impresos que daban cuenta detallada de cómo se había proclamado la independencia nacional.
Inmediatamente, se acordó citar a los vecinos para leerles en alta voz el contenido de los documentos recién recibidos y así se hizo; «pero siendo tan grande el murmullo que se había levantado -dice el Acta Capitular respectiva-, así por las en hora buenas que mutuamente se daban, como por las vivas y aclamaciones del pueblo que se había reunido en esta Sala y aun dentro de ella misma», resolvió el concejo dar a conocer el texto del documento en la plaza pública, ante todo el pueblo, con voz de pregonero.
Asimismo se acordó redactar una proclama sencilla, en que se comunicara la feliz nueva a los cinco ayuntamientos del Partido y «que a las cinco de la tarde de este mismo día se reúnan los individuos de este cuerpo en la misma Sala para ir a dar gracias al Supremo Legislador que se halla expuesto en la Iglesia de San Sebastián, donde volverán reunidos a esta Iglesia Parroquial en donde se cantará un solemne Te Deum en acción de Gracia».
Incontinenti, se redactó la proclama y se comisionó a don Cecilio Gómez para que fuera portador de la nueva a los pueblos de Santiago, San Juan y San Pedro Nonualco, Analco y Santa María Ostuma, que en respectivos oficios manifestaron que se adherían a la justa y santa causa de la Independencia. La proclama aludida es la siguiente:
«VIVA NUESTRA DESEADA INDEPENDENCIA»
Ha llegado el día feliz, aquel día que nuestros padres esperaron con ansias, y cerraron sus ojos antes de verla. Feliz? Feliz una y mil veces por ser principio de todas nuestras felicidades, serán ya felices, nuestros pueblos, nuestros campos y sus frutos, no se oirá ya jamás la voz de sedición, ni volveremos a ver persecuciones decididas y sangrientas contra aquellos que han manifestado el verdadero amor a su Patria y aunque con harto dolor nos avergüenza el decirlo, pero hemos experimentado hasta aquí lo que las demás naciones por bárbaras que sean no creerán por ser opuesto a las leyes generales de la humanidad.
Ahora sí, conciudadanos y hermanos, congratulémonos mutuamente, pues hemos entrado al gozo completo de nuestros derechos: acabó aquella nota odiosa de americanos puesta únicamente para minorar nuestra representación en el Congreso y dejar sumergidos a muchos de nuestros hermanos en la ignorancia, ya no habrá porción de hombres que por razón de casta tengan derechos para dominar y abatir a sus semejantes: ya no habrá hombres destinados a padecer desde su cuna hasta el sepulcro: ya no serán distintivos el nacimiento, el orgullo, el color, el lenguaje, ni el caudal. Virtud, sabiduría y mérito serán el distintivo.
Estas y no otras serán las que ensalcen al hombre en medio de sus pueblos, serán los únicos escalones por donde el ciudadano americano asciende a ocupar los primeros puestos de la Nación a donde sus compatriotas correrán precipitados a coronarlo de laureles, ya no serán palabras vanas e insignificativas la igualdad y la hermandad con que se nos a acostumbrado engañar, no andaremos ya mendigando la justicia teniendo que gastar sumas considerables y surcar el océano para solicitarla, ya la tenemos en nuestra misma casa.
Desde el momento delicioso en que nuestra Nación heroica juró su Independencia; reside real y verdaderamente en ella la soberanía. La Patria como una Madre fecunda, producirá con abundancia hijos. Los virtuosos padres ilustrarán a sus descendientes, de éstos y no de otros se compondrá nuestro Congreso Nacional, el que dictará leyes análogas y acomodadas a las circunstancias de nuestro país: ocuparán los tribunales, desempeñarán los empleos, y nos harán justicia con igualdad.
Que pueblo hay en el mundo que para sacudir el yugo no ha sembrado primero los campos de cadáveres, regado con sangre de sus hermanos las calles y plazas; los deseos sofocados entre los temores.
Las aclamaciones confundidas con el estruendo de las armas con los gemidos tristes de los huérfanos y de las viudas dejando las familias arruinadas y los pueblos asolados? Mas la heroica Nación guatemalteca de que tenemos el honor de pertenecer a sus miembros diestramente dirigida por un Jefe sabio, humano y digno de tales títulos ha sabido conducirse en las circunstancias más críticas y sin más armas que la unión hermandad y clamor general de la Nación; ha sabido conciliar los ánimos con su voz amorosa; se ha perdonado el agravio sin que ninguno de sus nobles ciudadanos, haya tenido que manchar la cuchilla con la sangre de sus hermanos; y sólo sí ha jurado desenvainarla en defensa de nuestra Libertad.
Qué ejemplo de heroísmo y humanidad para los siglos venideros! Grábese en nuestro corazón el día 15 de septiembre de 1821, pase de generación en generación dando siempre pruebas nada equívocas del espíritu de libertad que nos anima, diciendo sin interrupción viva la religión santa y viva la América Independiente». Entre los documentos que recibió el cura Castro, con procedencia de Guatemala, ninguno de ellos indicaba cuándo debía de jurarse la independencia nacional.
En vista de ello, el Ayuntamiento de Zacatecoluca decidió esperar, hasta. el 26 de septiembre de 1821, una comunicación al respecto de parte de las autoridades centrales de Guatemala. Como el oficio esperado no llegara y el tiempo avanzaba a pasos rápidos, en sesión del 2 de octubre del año referido el Ayuntamiento viroleño advirtiendo «que el juramento urge y se debe proceder a él con la mayor posible brevedad», acordó que éste se llevara a cabo el día 6 de dicho mes y año.
Tal como se había programado, reunidos en el Ayuntamiento el Alcalde y demás miembros de la comuna, así como empleados del Gobierno, se leyó en alta voz el Acta de Independencia y los documentos inherentes, tomándose el juramento de estilo a todas las autoridades allí reunidas.
El día siguiente, 7 de octubre, después de una misa solemne, se tomó el juramento al pueblo, mediante el siguiente formulario: «Juráis por Dios Nuestro Señor y sus Santos evangelios, ser libre e independiente de toda otra nación, sostener y defender nuestra gloriosa independencia hasta derramar la última gota desangre en caso necesario? «Juráis obedecer y hacer que se obedezcan las autoridades constituidas como también las leyes que dicte la Nación congregada en Cortes, y gobernar según ellas, respetar la seguridad de las personas sin distinción de origen y las propiedades de todos?».
A estas preguntas el pueblo, unánimemente contestó: -Sí juramos. ‘ El acto finalizó con un solemne Te Deum. Finalmente, el día siguiente, 8 de octubre se ofició la Misa de gracias al Supremo Autor. ‘ Por otra parte, en el Acta Capitular del Ayuntamiento de Zacatecoluca de 5 de octubre de 1821 se acordó 10 siguiente: «Que desde ahora promete este Cuerpo asistiera a la Misa solemne los días quince de septiembre y el día de Nuestra Señora del Rosario el primero como el más glorioso de toda la nación por ser el principio de su libertad guatemalteca; y el segundo por haber tenido la gloria este Cuerpo de haber dado su juramento de fidelidad a la Nación y perpetuamente promete eternizar la memoria por niedíode los actos referidos, y celebrando de su cuenta todos los años María Santísima de Guadalupe como Patrona y Principal de esta América implorando su amparo y patrocinio en la gloriosa carrera que hemos emprendido, debiéndole pasar el padre Cura el oficio correspondiente».
José Simeón Cañas
Zacatecoluca puede ufanarse, con muy legítimo orgullo. de ser la cuna del insigne Libertador de los esclavos centroamericanos presbítero y doctor don José Simeón Cañas y Villacorta, que allí abrió los ojos a la luz de la vida el 18 de febrero de 1767, como hijo legítimo de don Pablo de Cañas y doña Lucía de Villacorta.
Hizo sus estudios en Guatemala, donde obtuvo el título de bachiller en Filosofía y, posteriormente, la borla de doctor en esa Facultad y en Teología, distinguiéndose siempre como uno de los más aventajados discípulos.
Fue este ilustre viroleño Vicerector del colegio Seminario de Guatemala, desde el 17 de agosto de 1793 hasta el 17 de enero del año siguiente., desempeñando al mismo tiempo el cargo de Profesor de Años más tarde, el 9 de noviembre de 1811, el Claustro de Doctores le hizo el merecido honor de nombrarle Rector de la Real y Pontificia Universidad de San Carlos, cargo que ya había ocupado en 1803.
Ya para finalizar la era colonial, el 13 de junio de 1820 se estableció en Guatemala la Junta Consultiva Provincial, la cual fue integrada por los señores presbítero José Matías Delgado, doctor José Simeón Cañas y Villacorta, licenciado Mariano Beltranena, doctor José Valdez, licenciado Antonio Rivera Cabezas de Vaca y presbítero José Justamente un mes más tarde, el 13 de julio, el presbítero doctor don José Simeón Cañas y Villacorta estrechó al Capitán General don Carlos Urrutia y Montoya, para que delegara por el término de dos meses el mando en el Subinspector General del Ejército, don Gabino Gainza, pusilánime y de carácter movedizo, que iba a prestarse a maravillas para el golpe que se preparaba, con el fin de liquidar la secular dominación de España en estas comarcas.
Cañas prestó así un importante servicio a la causa de la emancipación política. Convocado el pueblo centroamericano para que eligiera diputados a una Asamblea Nacional Constituyente, el prócer Cañas fue electo diputado por el partido de Chimaltenango, y en tal concepto tuvo el alto honor de pedir, en sesión del 31 de diciembre de 1823, la abolición de El Libertador de los esclavos centroamericanos murió en San Vicente el 4 de marzo de 1838.
Título de Villa
El padre Isidro Menéndez dice que Zacatecoluca «En 1853 (error tipográfico de 1823) adquirió el título de villa En un informe municipal de Zacatecoluca, de 11 de junio de 1858, atendiendo a su población y riqueza, el año de 1823 fue erigida Y don Guillermo Dawson, autor por lo general bien informado, apunta que «Zacatecoluca obtuvo el título de villa en febrero de 1823″.
Conocemos, pues, con certeza, el año en que ocurrió este suceso: 1823; pero ignoramos la fecha y aun el mes, pues no es muy probable que esta titulación se haya efectuado en el mes de febrero, época en que San Salvador luchaba contra el Imperio de Iturbide. Lo probable es que ese ascenso de categoría se haya efectuado por Decreto de la Asamblea Nacional Constituyente de las Provincias Unidas del Centro de América, con posterioridad a julio de 1823.
Época federal
Conforme a la división administrativa del Estado de El Salvador, de 12 de junio de 1824, Zacatecoluca y su partido quedó incluido en el departamento de San Vicente. El 28 de octubre de 1832 tuvo efecto en esta villa una revolución, como protesta por la «contribución directa» decretada por el Gobierno que presidía el Jefe Supremo don Mariano Prado, ex-Vicepresidente Federal.
Por Ley de 9 de marzo de 1836 de partido de Zacatecoluca entró a formar parte del Distrito Federal de la República, situación que duró hasta el 30 de junio de 1838, fecha en que se reincorporó en el departamento de San Vicente.
Cabecera departamental
Durante la administración del Vicejefe don Timoteo Menéndez y en plena desorganización de la República Federal de Centro América, emitióse el Decreto Ejecutivo de 19 de marzo de 1839, aprobado por la Legjslatura el 17 de mayo siguiente, en virtud del cual se creó el departamento de La Paz, con los partidos de Olocuilta y Zacatecoluca, desmembrados respectivamente del Distrito Federal y del departamento de San Vicente.
Se designó como cabecera departamental, a la villa de Santa Lucía Zacatecoluca; pero se ordenó que el Gobernador residiera alternativamente en la referida villa, en Santiago Nonualco y en Olocuilta. A la sazón Zacatecoluca era aún «villa» y, por lo tanto, es falso que esta población haya sido «elevada a la categoría de ciudad en mayo de 1838″, como dice don Guillermo Dawson.
El departamento de La Paz se extinguió por Ley de 5 de abril de 1842 y, en consecuencia de esta disposición expedida por el Senador Presidente del Estado general Escolástico Marin, Zacatecoluca y su partido quedaron reincorporados en el departamento de San Vicente. El 14 de agosto de 1843 fue sepultado en la iglesia parroquial de esta villa el presbítero don Mariano Antonio de Lara, prócer de la independencia, muerto en Olocuilta.
Título de Ciudad
Ejerciendo la Vicepresidencia del Estado el general Joaquín Eufrasio Guzmán y por acuerdo Ejecutivo de 11 de mayo de 1844, se otorgó el título de ciudad a la villa de Zacatecoluca. El importante documento dice textualmente así: «Ministerio de hacienda y guerra del S. G. del Estado del Salvador- Casa de Gobierno: San Salvador, Mayo 11 de 1844. El Sr. Vicepresidente con presencia de la nota fechada en 9 de este que dirigen los comisionados nombrados por el cuerpo municipal de Zacatecoluca, para proporcionar subsidios a la fuerza encargada de repeler la invasión hecha por las armas de Guatemala al mando del Sr. Manuel José Arce, acuerda: que por el inmediato número del Correo Semanario se publique el acta, en donde consta el nombramiento de los individuos que compusieron la junta de recursos, y la lista de los vecinos que voluntariamente han contribuido para auxiliar al Gobierno en la justa defensa que emprende para garantizar la libertad, la seguridad, la soberanía e independencia del Estado: que los 386 pesos que remiten se enteren en la Tesorería Especial del Ejército y que por lo tocante a los tres tercios de tinta que se han donado, la Tesorería General solicite compradores, endosando los documentos en favor de ellos para la verificación de la entrega en el tiempo designado; y por este rasgo de generosidad, de lealtad y de patriotismo que le ha sido tan grato y satisfactorio al Supremo Poder Ejecutivo se le den las gracias a todo el vecindario, y que en lo de adelante la villa de Zacatecoluca sea denominada la generosa CIUDAD DE SANTA LUCÍA, cuyo título queda sometido a la aprobación de las Cámaras Legislativas en su primera reunión ordinaria -Hay una rúbrica- Bosque». El presbítero Isidro Menéndez dice que Zacatecoluca obtuvo «el (título) de ciudad en el (año) de 1845 con el nombre de Santa Lucía».
En el informe estadístico municipal de 1858, ya citado, se dice: «A consecuencia de la guerra que el Gobierno se proponía a hacer a Guatemala en el año (1)843, estos vecinos prestaron espontáneamente algunos auxilios pecuniarios, y en agradecimiento el Supremo Gobierno la denominó Generosa y Leal Ciudad de Santa Lucía Zacatecoluca «. De donde se desprende que las Cámaras Legislativas de 1845 aprobaron el Acuerdo Ejecutivo del 11 de mayo del año anterior y que otorgaron a esta población el título de generosa y leal ciudad.
Sucesos posteriores
Finalmente, por Decreto Legislativo de 21 de febrero de 1852, expedido durante la administración del licenciado Francisco Dueñas, se creó definitivamente el departamento de La Paz, con base en los distritos de Olocuilta y Zacatecoluca, señalándose como cabecera la ciudad generosa y leal de Santa Lucía Zacatecoluca.
630 Durante la administración de don José María San Martín, años de 1854 a 1856, Zacatecoluca se benefició con la acción presidencial: 10. El señor San Martín, como juez árbitro, dirimió el litigio existente éntre la municipalidad, la sucesión del señor Francisco Fortis y la familia Ramos.
Este litigio se originó en 1849, año en que la comuna viroleña acordó expropiar la casa del señor Fortis, a efecto de construir en ese lugar el Cabildo de lá ciudad, al frente de la Iglesia Parroquial, como era en las demás poblaciones del país.
La municipalidad compró «por su justo valor» la propiedad del señor Fortis, pero la familia Ramos que la ocupaba se negó a desocuparla, y esto originó que los vecinos se dividieran en dos bandos antagónicos e irreconciliables, que de no haber intervenido la acción del señor Presidente, hubiera degenerado el juego de intereses en una insurrección de «fatales consecuencias»; 20.
El señor San Martín, en Concepto de Presidente, cedió a favor de la municipalidad una cantidad considerable de pesos que adeudaba al fisco el señor Juan Zúniga y de esta manera se pudo adquirir la casa que éste poseía en frente de la iglesia parroquial y ampliar el local destinado para el Cabildo; y 30. El señor San Martín, de sus fondos extraordinarios, obsequió doscientos pesos en moneda efectiva, dice el informe estadístico de 1858, «para la conclusión del edificio de escuelas primarias de ambos sexos en esta ciudad y mediante esta gracia, y la protección que siguió dando a esta empresa el Gobernador suplente de este Departamento, señor don Ignacio Gómez, pudo concluirse un edificio para este objeto, que con dificultad se encontrará otro igual en la República».
«Justo y merecido es, el hacer en esta parte -dice el documento citado– honorífica mención del esclarecido ciudadano don José María San Martín, por los importantes servicios que prestó a esta población durante su período presidencial en los años de 1854 y 1855».
El 11 de junio de 1858, Zacatecoluca tenía una población de 5,061 habitantes, alojados en 160 casas de teja, 623 de palma y 30 de paja, y entre sus vecinos figuraban un médico, dos abogados, dos eclesiásticos, un pintor, trece músicos, un platero, etc.
Las principales calles de la ciudad, orientadas de Norte a Sur y de Este a Oeste, estaban empedradas en su mayor parte; la plaza irregular y constituida por tres plazoletas, tenía en el centro la iglesia parroquial, «de teja y de mala construcción e incapaz por su pequeñez de contener los fieles en los días de solemnidad». Al frente de este templo, se alzaban «las nuevas paredes de un hermoso y cómodo edificio para casa consistorial» y al Norte de la plaza se encontraba el Calvario, «demasiado reducido y tan en mal estado, que por esta causa casi no sirve para el culto divino». Además, Zacatecoluca contaba con un panteón cercado de tapias y en el que se construían mausoleos de muy mal gusto; pero carecía de hospital. En 1890, Zacatecoluca tenía 5,210 habitantes, que ocupaban cinco barrios, llamados El Calvario, Santa Lucía, Candelaria, San José y Los Remedios. «Sus principales edificios públicos-dice don Guillermo Dawson- son el cabildo, la iglesia parroquial, el hospital, las casas de escuelas y el templo de El Calvario». «Tiene -agrega- una hermosa fuente pública en la plaza principal».
San Sebastián Analco
Paralelamente a la historia de Santa Lucía Zacatecoluca se desarrolla la historia de San Sebastián. Analco, que ya exitía como tal en la época precolombina. En idioma náhuat, Analco significa «lugar en la otra orilla del río», pues proviene de at, agua; nal, en la otra orilla, y co, sufijo locativo. Este nombre, Analco, era el que se daba a la parte más pequeña de una población, separada del resto o principal por un río o una barranca, y en efecto, San Sebastián Analco está separado de Zacatecoluca tan sólo por una quebrada, que corre de Norte a Sur. Según informe estadístico de 10 de mayo de 1858, Analco tenía una población de 1,484 habitantes, alojados en 230 casas, de las cuales 14 eran teja y las restantes pajizas. Sus vecinos, además de agricultores, eran excelentes «tejedores de rebozos y otras ropas de la tierra». En 1890 tenía 1,810 almas y, según don Guillermo Dawson, «El principal patrimonio de sus habitantes consiste en la fábrica de tejidos de seda e hilo y de muy buena clase de cestos». Durante la administración del general Tomás Regalado y por Decreto Legislativo de 8 de mayo de 1900, se extinguió el municipio de San Sebastián Analco y, en concepto de barrio, se anexó esta población a la ciudad de Zacatecoluca.
Hombres ilustres
Entre los hijos predilectos de Zacatecoluca figuran el presbítero José Simeón Cañas y Villacorta, Libertador de los esclavos centroamericanos; don José María Cáceres, p., historiador y maestro; y el general y maestro don Rafael Osorio, que murió como un héroe en la batalla de Chalchuapa, el 2 de abril de 1885.